viernes, 14 de diciembre de 2012


Antes miraba la línea que separa los edificios del cielo. Disfrutaba con las tormentas de verano. Sonreía cuando el viento le retiraba el pelo de la cara. 

Hoy volvería todo aquello, conseguiría olvidarle. Para celebrarlo decidió comprar una botella de vino. Se recogió el pelo como a él no le gustaba, y salió a la calle. 

Dejó de contar las líneas del suelo y se encontró con sus ojos. Los reproches intentaban escapar de su boca. Los contuvo con la mejor de sus sonrisas. 

Qué coincidencia. Cuánto tiempo. Nos debemos un café. Se soltó el pelo y siguió caminando, haciéndose a cada paso, un poco más pequeña. 

Sólo ella miró atrás.

jueves, 29 de marzo de 2012

Rojo como el fuego.
Tocado por la suerte.
Te arañaban un par de chimeneas.

El ocaso de los girasoles.
Como quien esquiva una mirada
y tropieza con una piedra del camino.

Hipnótico duelo de luces y sombras.
Pasean extraños por las aceras.
Se cuela la lluvia por las alcantarillas.

Laten los semáforos.
Fantaseas con que alguien te sigue
y cuentas los segundos para que te atrape.

En una ciudad sin nombre.
En un día sin fecha.
Regresamos a nuestras colmenas sin apreciar tanta belleza.

viernes, 23 de marzo de 2012

Si te contara.
Me he tragado el infierno,
y no se calla.

Entre líneas.
Una elegía a mis fracasos,
oportunidades perdidas y ganadas.

El límite.
En el borde de la cornisa,
distinguiendo el bien del mal.

Me sobresalto.
Te reflejas como las golondrinas en los charcos,
se diluye tu sombra.

Apareces.
Desapareces.
El silencio flota como una balsa de aceite.

sábado, 21 de enero de 2012

Esta angustia me come por dentro.
Futuro incierto.

Me empujan.
Y caigo.

Hacia arriba.
Cuánto pesan los recuerdos.
Estos años.

Continuo espacio-tiempo.
Es la hora del recreo.
Me acurruco en el suelo, sujetándome las rodillas.

El aire es un fluido.
Suelto la carga más pesada.
Te suelto.

Alambradas de espinas.
Se clavan bajo mis uñas.

Sigo cayendo.
El abismo termina en precipicio.

No hay final sin precipicio.
No hay mayor precipicio que un final.

martes, 17 de enero de 2012

Y allí estabas tú,
pálido y desmejorado.
Con la mirada de quién no ve más allá, que dentro de sí mismo.

Allí estaba yo,
al otro lado del mundo.
Con la mente abotargada de pensamientos ennegrecidos.

Clac. Clac.
De nuevo.
Clac. Clac.
Cada vez más alto, más profundo.
Supongo que te moviste.
Allí dónde estuvieras.
Entonces empezó a gritar. Empecé a girar.
Sobre mí misma; con los labios apretados.
Paré para respirar; tragué un par de gusanos.

Y les dije a todos que te había olvidado.