martes, 24 de noviembre de 2009

Primeros acordes.
Dos rubias se dan la mano; te pego un sorbo y bailamos.

Adelanto acontecimientos.
Música para idas y venidas; nunca me hubiera descrito mejor.

Tres minutos y cincuenta y nueve segundos.
Aplausos silenciosos; un cigarro en una mano y mi amiga en la otra.

Puro éxtasis.
Especias y aditivos, secretos de nuestro mal-demonio.

Fin de la última parte.
Encendemos la noche, manchando de ron este homenaje.

Seguimos las roderas.
A falta de miga, nos fiamos de las pájaras.

Recuerdo mi futuro.
Alfiler de burdel, muérdele. Pínchame.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Ojo de azoteas, de pájaros que necesitan una parada para seguir su camino.
Mi mente vuela alto mientras me arrastro por el suelo.

Lunes de esperas, de cigarrillos en el rellano de tu escalera.
Donde estudio un idioma que aún no entiendo. El de los besos.

Robo tus sentimientos y los hago míos, robo todo aquello que no cabe en los bolsillos.
No hay sentimiento común. No creo en la palabra normalidad.

Las cosas no pierden su sentido porque nunca lo tuvieron.
Hago borrón y cuenta nueva. Contrarreloj empezando de cero.

Me entretengo en las callejuelas más oscuras, silenciosas, solitarias y después despierto.
A dónde voy si me pierdo en cada acorde de tu pecho.

Analizo sonrisas sin arrugas, no escucho...voy más allá y me enredo.
A los diez minutos soy la mitad de algo que está lejos.

Vuelvo a mi estado natural, a ser un buitre con los ojos aún más oscuros que el negro.
Acechando desde lo más alto. Allí donde empezaba esta entrada.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Comprando sonrisas, ahogando los pensamientos que no me dejan dormir.
Me pregunto por qué busco lo que no puedo encontrar más allá de estas líneas, de las azoteas, de ponerme guapa para nadie si ya no lo hago para mi misma.

El puto sentimiento de no tener nada más que hacer, de no querer ver nada más. Como haber visto todo sin haber visto nada, y no querer verlo.
Una mala semana, diría en otra ocasión. No comprendo por qué nada es suficiente teniéndolo todo.

Ni siquiera puedo quejarme. Quejarme por vicio. Eso si que me gustaba.
No tengo ganas de hablar con nadie, ni mucho menos de escuchar. No tengo ganas de dormir ni de estar despierta. No quiero la vida de otros, no me interesa la mia.

Me olvido de seguir el ritmo de la música con los pies, de escribir esta entrada que no pretendía ser un maldito diario.
Me olvido de olvidar y se me llena la cabeza de ideas estúpidas que había decidido no recordar. Recuerdo el pasado y sé que no fue mejor. Yo era mejor, no el resto.

Necesito que me preguntes como estoy, decirte que mal y que no preguntes más.
Necesito que se me pase este puto inconformismo, tragarme el nudo de mi garganta y viajar...lejos, lejos de esta ciudad que me ahoga.

No volver a reirme sin ganas, prescindir de todo aquel que me sobra, no soltaros nunca. Porque estoy cansada. De actuar, de ver siempre más allá.
Quiero sentimientos opacos, pensamientos translúcidos y miradas transparentes.
Y lo quiero ya.

martes, 3 de noviembre de 2009

Hombres verdes.
Llego a tiempo en este día de suerte.

Tic tac.
Unas horas y verte.

Mi casa para dos.
Recorreremos todos los rincones, cuadraremos las esquinas.

Tiramos y pasa la corriente.
Eléctrica, magnética.

Camisa de cuadros y la estación de la libélula.
Sintonizo y pasamos a los ochenta.

Una vez y dos más.
Primando más que las primarias.

Me olvido de la métrica.
En este mundo de locos mis órdenes son el (un) caos.

Volvernos animales.
Romper los relojes y hacer nuestro propio horario.

Sin rutina.
Lo que el cuerpo aguante mientras no nos soportamos.

Veinte pavos.
El precio de mi creatividad se marca en el estrecho.

No haré un final.
Sólo sería un bis de estrofas absurdas, metáforicas, solitarias.