lunes, 23 de marzo de 2009

Sólo una dirección en el camino.

Si quieres nos saltamos el stop de tus muñecas.
Donde el blanco me vuelve azul. Donde mienten los colores.

A toda velocidad por donde los árboles bailan en el valle de tu pecho.
A un paso del mar donde la galerna provocará mi naufragio en tu boca.

Nadar hasta la orilla, donde me vuelvo marinera.
Donde el viento curte la piel que hoy despellejas.

Y allí degustar el salitre de tus besos.
Aunque dure lo que la arena entre mis dedos.

Después anidaré en tu pelo. En la cima de mi cielo.
Rodeando los ojos de luna que cerrarás salpicando la noche de estrellas.

Reflejándose en las gotas de sudor de tu espalda.
En el lago de tus mejillas, antes apagadas.
Con los semáforos en rojo.

Espeleóloga de tu ombligo.
Revolviendo lo que colorea la ladera.

Tomaré el atajo del cruce de tus piernas.
Esfumándome en el túnel al son de los pitidos.

lunes, 16 de marzo de 2009

Sólo esta noche.
Deja que me cuele en la burbuja de la curiosidad. La que me aterra.
Observándote por la mirilla prohibida. Encarcelando la imaginación.

Encerrando el pasado que se acurruca bajo la escalera. Como un niño asustado por los ruídos del final del pasillo.
Del amor de ese sótano que mañana será buhardilla.

Con vistas a tus ojos.
Mirando adonde se escapan las palabras, donde golpean los besos. Donde explotamos.
Como las pompas de jabón que dibuja este baño de mentes.

Que mañana flotarán en el olvido. En la mediocridad más absoluta.
En lo oscuro, como el fondo de un océano.
La mente en blanco y los ojos en negro.

Ensoñaciones que nos desnudan y se olvidan por la mañana.
Que disfrazamos al día siguiente para hacerlas más llevaderas.
Quitamiedos en curvas peligrosas.

Y tirar la llave.

domingo, 8 de marzo de 2009

Bajo sábanas de la misma cama. La misma habitación.
Las mismas manos. Y ahora, extraños.

Acaricias mi espalda y luego desabrochas. Subes, te acercas.
Aún más. Me sé la historia.
La respiración sube el volumen y el ambiente se condensa. Dudas.

Bajas. Recorres mi cintura y vuelta a empezar.
Dudas. Para.
Deseo. Niebla. Sigue.

Repasando tiempos mejores para sólo pasarlo bien unos minutos, quizá horas.
El tiempo no importa si estás en el pasado.

Sin caretas, si apenas nos miramos. Yo no.
Nos conocemos de sobra. Desabrochas.

Empezamos. Seguimos. Seguimos siguiendo. Paramos.
Sin hablar. Se acabaron los besos. Presente.

Abrocho. Me miras y sonríes. Pienso.
Ojos vacíos que retiran la mirada.
Que no ven. El corazón no siente.

Directamente al lugar donde se olvida todo.
Donde el agua te borra. Sobresaliente quizá.
Me lo sé bien. Te lo sabes aún mejor.

Mitad del viaje en silencio. Lanzas un par de preguntas incómodas.
Al final. Amistad, dices. Amistad, digo.

No volverá a pasar. Pienso. Precipito. Huyo. Te explico.
No quiero volver. No necesito repasar tiempos mejores.
Ni razones, ni significados.

Me siento bien, para que engañarme.
No me arrepiento, no tengo remordimientos. No se pueden tener sin sentimientos.

Me bajo. Tabaco. Sonrisa.
Amigos. Sin sexo. Con seso.
Y risas. Millones de risas.

lunes, 2 de marzo de 2009

Alegrándose el camino o no.
Un cruce de miradas en un autobús. Un ataque directo dirigido por el aburrimiento, el cansancio o, en algunas ocasiones, porque queme la retina y bombardee ahí arriba, donde están los instintos y los sentimientos. Aunque les pese a los románticos.
Una mano sobre otra, escalofrío, retirada y estallido. Desconocidos.

Paradas en el camino, mientras la vida no para. El tiempo, castigado, se quedó sin recreo.
Exhibicionismo musical pocas veces agradable. Muy pocas veces.

Imágenes, imaginación. A dónde irá y de dónde viene.
Macedonia de pensamientos aflorando en blanco y negro. Cine.

Móviles en manos de sus dueños como si fueran a recibir la llamada que todos esperamos. Leyendo atentamente los carteles de las tiendas del barrio o algún periódico gratuito que podría acabar limpiando sus posaderas.
Detalles escatólogicos en mi redacción que no aprobaría mi profesor de primaria. Ni nadie que me interese.

Dedos que repiquetean sobre la carpeta. Sinestesia. Antes rosa y ahora azul.
Anónimos cubiertos por gafas oscuras, alguna voz más alta que otra.
Conversaciones supuestamente privadas escuchadas por curiosos que, en alguna ocasión, no quieren serlo.

Otros, jodiendo. En el peor sentido de la palabra. En el molesto.
El que aún así, me permite pensar. Más oculto que el blanco o el negro.

Lamarck decía que si un órgano no se usaba, con el tiempo terminaba atrofiándose.
Pues sabes que te digo, que te jodan. No, perdona, que me jodan a mí y que esta vez lo hagan bien, o regular...no vaya a ser que tengas razón.
Pero en el buen sentido. Sin censura.