domingo, 22 de febrero de 2009

Necesito algo rápido, como un flash o un flechazo.
Una inspiración simultánea a la explosión de serotonina voluntaria.

Partiendo de uno y no de cero. Sin objetivos y con la mente llena de banalidades.
Luchando por lo que hago y por quien lo hago; por y para mi misma.

Atendiendo a lo verdaderamente importante, eso que desdibuja la típica expresión de tristeza acumulada.
Ese saco de alegría tamizado con levadura para pasteles. Dulces. Momentos. Suspiros y risas. Con o sin compañía.

Proponiendo un cambio en el estado de ánimo condensado en el lugar donde se pierde la cabeza. Entre las costillas. Sin recovecos ni recuerdos.

Viviendo el momento. Sonriendo a la lluvia y al viento. Disfrutando de como el frío de enero entumece mi espalda. De como el pelo me roza la cara.
Del sol de invierno, aunque sea el más engañoso de todos.

Lanzando furtivas miradas a viandantes desCONCERTados acostumbrados a encontrarme contando los adoquines de la plaza. Sin miedos ni tapujos. Con o sin alma.

Como las ramas de los árboles rozando el techo del cielo.
Como las nubes que se cuelan tras las montañas.
Como los roedores voladores que destrozan mi fachada. Desnuda.

Extraña forma de reflejar la felicidad la mia.

martes, 17 de febrero de 2009

Fuiste tan efímero como infinito.

Un segmento atemporal en una vida definida por la monotonía.
Algo así como una cabezada en el cine, algo que no se perdona. Un conflicto emocional.

Como me dijeron una vez, otro más de mis quiero y no puedo. Un intento de intentar el intento de intentarlo. Una pose en el rincón de las causas perdidas. Un post-it en la nevera.

Mi voz resonando en la cabeza, cúmulo de emociones mal expresadas y palabras mal escritas. Caóticos juegos de luces mentales revoloteando en hojas de un cuaderno de propaganda. A veces incluso escritas directamente sin orden ni sentido.

Caos.
Un nuevo sentimiento, otro de tantos sentimientos diferentes. Ninguno como el anterior.
Eso fuiste. Una bolsa de caramelos esparcida en el recuerdo.

Me rozaste la vida dejando una herida de esas que no duelen. No porque sea superficial, sino porque hacen que te sientas viva. Como raíces que se cuelan bajo las sábanas y te retuercen hasta el éxtasis.

Melodias atonales y fotografías borrosas que reflejan tu paso breve, pero intenso. Ruído de pasos que se alejan mientras las manecillas del reloj rugen un tic-tac sordo, hueco.
Sin partituras, ni imágenes, sólo reflejos. Espejismos en arena de desierto. Sabores que se mezclan con el olor a café recién hecho.

Fuiste mucho más, y sin embargo no fuiste nada.
No, si aún no te he conocido.

domingo, 8 de febrero de 2009

Hoy no me levantaría de la cama. De hecho, creo que no lo haría jamás.

Me protegería del mundo bajo las sábanas y si el sueño me lo permite viajaría a lugares desconocidos, donde el sol me ciegue cuando intente ver más allá.
Llegando al horizonte, viviendo en esa línea.

Así, intentar conformarme con lo que tengo sin perseguir ningún deseo estúpido y ocasional. Aunque lo que tenga se me haga nada.

En un lugar donde no existan los "te quiero" falsos ni el resto de mentiras. Donde no haya barreras ni medidas. Ni estúpidas promesas que al final siempre acaban rotas.
Efímeras palabras que se pierden en el tiempo.

En donde nada se haga por el simple hecho de que siempre se ha hecho así.
Pensar no cuesta si eso es lo que te preocupa. Nada de lo importante cuesta.
No hablo de esfuerzo.

Donde todo tenga sentido por sí mismo, sin tener que buscarle el más apropiado a mis intereses.
Ilusiones cobardes por miedo a fallar. Por miedo a vivir.

Aquí estoy, arropada con sábanas de orgullo y mentiras. Sin fuerzas ni ganas de nada.
El insomnio impide el viaje, y yo no sé volar.

jueves, 5 de febrero de 2009

Necesito llorar, limpiarme por dentro.
Estornudar mis miedos y pensamientos.

Ver correr el agua sobre el asfalto, olerlo. Con el ruido y las luces de la ciudad aparentemente dormida de fondo.
Empapándome el pelo y ablandando mis ideas.

Abrir la boca hacia el cielo y tragar la lluvia al respirar. Correr y chapotear en los charcos mientras salpico al tipo que pasa.

Seguir llorando y cantando hasta que se me empapen los huesos. Sentir el agua en los zapatos.
Retirarme el pelo mojado y enredado de la cara.

Gritar. Gritar aún más alto.
Locura húmeda, Amy en mis cascos y el negro que tizna mis mejillas.

Llegar a casa y mojar esta hoja escribiendo.
Con una sonrisa. Escupiendo.

domingo, 1 de febrero de 2009

Podría volverme loca corrigiendo este texto hasta el infinito.
Añadiendo cosas nuevas y tachando una y otra vez aquello que me desnuda.

Pensando detenidamente las palabras para tratar de evitar lo que verdaderamente siento.
Poniendo en la piel de otros las cosas que me duelen y reflejar que soy un cúmulo de contradiciones y errores que se esconde ante cualquier espejo.

Negando mis sentimientos y viviendo de ilusiones por miedo a mi misma y al sufrimiento que me provoco.
Sé que me voy a equivocar, así que, ¿qué sentido tiene cohibirme?¿Por qué no decir todo lo que siento o pienso?
Quizá lo hago inconscientemente y creo, como la tonta que soy, que nadie se da cuenta.

Porque sentir no es lo mismo que pensar. Y ni sentir, ni pensar, son lo mismo que actuar.
Pero estoy acostumbrada a dejar las cosas pasar,
y que así nunca pasen.